lunes, 19 de diciembre de 2011

De la mano del sol

Cuando las ausencias son muy dolorosas, se echa mano a cualquier recurso que resucite al ausente.
(dios bendiga a los recuerdos)


Proyectaba para mi papá una vejez tranquila, lejos de los perros y los rifles, y más cerca de la caña de pescar y los nietos. La imaginaba a mi mamá retándolo porque en invierno volviera tarde de los asados. A la Nati abrazándolo por vicio, a la Ceci llevándolo a ver a Roger Waters, al Román tratando de llevarlo a misa.
Yo podría mirar de lejos (que para eso sirvo), y él, cada tanto, me sonreiría.
Ya no me hincharía porque estudie, y si me diría, 389 veces al día, como se puede querer a los hijos y a la vez, enderezarlos.
Se sentaría conmigo en el patio, cervecita mediante, y me diría: "Siempre supe que eras peronista"

Cómo es posible armar tanto con un ausente?
Porque una vez me llevó de la mano, y en micro hasta su trabajo, me abrió su cajón del escritorio, me dió un Hall´s Strong, me acomodaba el poncho y la medallita de la Viergen Niña, dijo "Petrona, esta es mi muñeca", y no me soltó, ni un ratito, la mano.



(decime, por dios, que estás por acá)